¿Pedagogía del placer o del sufrimiento?
Leyendo esta cuestión en el artículo de Jesús Jara (2000), creo que una persona enseña como vive, como se actúa en la sociedad en la que se vive. El rol clásico de profesor planteado por Jara me recuerda al antiguo rol de padres, aquello de "lo dijo Blas, punto y redondo" (Jara, 2000, p. 2), me recuerda a la típica contestación que me daban mis padres cuando preguntaba demasiado o en mal momento para ellxs o a saber: "Porque sí. Porque lo digo yo y punto". Aquella forma de entender la autoridad, la pater-maternidad, la enseñanza en general de lo que fuese me provocaba rabia, frustración, sentía que era injusta.
En cuanto a otro de los tópicos revisados por Jara (2000), aquel que decía "la letra con sangre entra" (p.2), también me ha supuesto sentimientos encontrados a lo largo de mi desarrollo. "¿Es que no hay otra manera de aprender! ¿Ha de ser a través del sufrimiento, del dolor?", eran otros de los pensamientos que me acompañaban en mi crecimiento, no sólo a nivel educativo, sino a nivel vital. Me resistía a creer que aquel camino fuera el único para aprender, aunque no conocía otro. Desde los famosos atracones de letras, memorizando a cucharones hasta las tantas de la madrugada para vomitar por saturación en el examen del día siguiente, hasta los fustigamientos emocionales por cada error cometido en mi vida personal.
Entiendo que esta metodología puede estar tan infiltrada en nuestra memoria biológica incluso que estamos tan acostumbrados a sufrir para conseguir lo que necesitamos o queremos que no nos planteamos otra forma posible. Creo que este patrón ancestral podría hasta haber llegado a tal punto que nos convierte en masoquistas emocionales, pues si no sufrimos por conseguir lo que queremos o necesitamos es que no era lo suficientemente bueno o que no nos lo merecíamos. "Quien algo quiere, algo le cuesta", "perder para aprender"... Tantas frases dichas, refranes, que muestran más allá de una pedagogía, una filosofía social de vida. Si en lugar de provenir del Chimpancé, hubiéramos evolucionado a partir del Bonobo, ¿seríamos acérrimos de la pedagogía del sufrimiento o de la del placer? Supongo que de la segunda, ya que los Bonobos resuelven sus conflictos mediante el placer, ofreciendo placer sexual al agraviado.
Entiendo que esta metodología puede estar tan infiltrada en nuestra memoria biológica incluso que estamos tan acostumbrados a sufrir para conseguir lo que necesitamos o queremos que no nos planteamos otra forma posible. Creo que este patrón ancestral podría hasta haber llegado a tal punto que nos convierte en masoquistas emocionales, pues si no sufrimos por conseguir lo que queremos o necesitamos es que no era lo suficientemente bueno o que no nos lo merecíamos. "Quien algo quiere, algo le cuesta", "perder para aprender"... Tantas frases dichas, refranes, que muestran más allá de una pedagogía, una filosofía social de vida. Si en lugar de provenir del Chimpancé, hubiéramos evolucionado a partir del Bonobo, ¿seríamos acérrimos de la pedagogía del sufrimiento o de la del placer? Supongo que de la segunda, ya que los Bonobos resuelven sus conflictos mediante el placer, ofreciendo placer sexual al agraviado.
"Donde hay patrón no manda marinero" (Jara, 2000, p.2). Tal vez pensemos así porque hemos crecido en una sociedad paternalista, desde el catolicismo donde hay un Padre todopoderoso hasta la monarquía o la dictadura o, también, el capitalismo, donde el 1% de la población mundial rige el destino del restante 99%. Y, del mismo modo, sucede con los progenitores y con la docencia, hay una figura superior a otra que decide por y sobre la segunda. Una vez leí que todas las personas podríamos ser de todo, aprender cualquier cosa, que era una cuestión temporal y que si fuéramos inmortales sería posible que a alguien que no se le dieran bien las matemáticas, por ejemplo, acabara siendo matemático o matemática. Cuestión de tiempos.
Esto me hace reflexionar que viéndolo desde este punto de vista, nadie es mejor o superior en algo que nadie, incluidos progenitores y docentes, porque es sólo una cuestión de tiempo. Y de hecho, así acaba siendo, quien fue hija o hijo un día es madre/padre y quien fue estudiante puede llegar a ser docente. Y me da la sensación que nos pasamos las generaciones pasándonos la pelota de poder de unxs a otrxs, "cuando sea madre/padre/docente comeré huevos", tendré el poder para hacer o no hacer, como hicieron conmigo cuando sólo era una niña. La neurociencia dice que la venganza es algo natural, innata y, en determinados casos, incluso sana y necesaria. Luego es "normal" que quien ha crecido sufriendo, luego cuando enseñe, lo haga mediante el sufrimiento, porque es la metodología innata a esa persona. Pero la neurociencia también ha demostrado que la amabilidad es contagiosa ¿y qué tal si la pedagogía del placer significara en primer término ser amable?
Esto me hace reflexionar que viéndolo desde este punto de vista, nadie es mejor o superior en algo que nadie, incluidos progenitores y docentes, porque es sólo una cuestión de tiempo. Y de hecho, así acaba siendo, quien fue hija o hijo un día es madre/padre y quien fue estudiante puede llegar a ser docente. Y me da la sensación que nos pasamos las generaciones pasándonos la pelota de poder de unxs a otrxs, "cuando sea madre/padre/docente comeré huevos", tendré el poder para hacer o no hacer, como hicieron conmigo cuando sólo era una niña. La neurociencia dice que la venganza es algo natural, innata y, en determinados casos, incluso sana y necesaria. Luego es "normal" que quien ha crecido sufriendo, luego cuando enseñe, lo haga mediante el sufrimiento, porque es la metodología innata a esa persona. Pero la neurociencia también ha demostrado que la amabilidad es contagiosa ¿y qué tal si la pedagogía del placer significara en primer término ser amable?
Por último, otro de los puntos a los que se refiere Jara y que me gustaría reflexionar, es sobre la equivocación. "Me equivoco, luego existo" dice Jara (2000, p.3). Y yo amplío usando el concepto ofrecido por Antonio Damasio (2006): siento, luego existo. Creo que nuestra sociedad vive en el terror a equivocarse. El miedo es humano, biológico, un sistema de protección, pero que tal vez en nuestra sociedad se haya expandido fuera de los límites de lo saludable, debido, podría ser, a las consecuencias psicológicas no sanadas de la Guerra Civil y el franquismo. Si siento, estoy en un plano no racional y, por tanto, es más fácil que me equivoque. Viniendo de un tiempo no tan lejano en el que equivocarse costaba la vida, no es de sorprender que llevemos aún a cuestas el terror a equivocarnos, ya sea en las aulas o en la vida.
Equivocarse debería ser un derecho universal.
* Bibliografía:
Damasio, A. (2006). El error de Descartes. Ed. Drakontos bolsillo.
Jara, J. (2000). El clown, un navegante de las emociones.